- No puedo, no puedo decirla que me gusta.-
- ¿Estás seguro de eso?-
- ¡Sí!
- Yo no lo creo. Verás te contaré algo.
- ¿Estás seguro de eso?-
- ¡Sí!
- Yo no lo creo. Verás te contaré algo.
De pequeño me gustaba ir al circo. Mi animal preferido era el elefante, por lo grande y elegante que era. Lógicamente es un animal que tiene tanta fuerza como para arrancar un árbol, una farola… y por eso me gustaba tanto, a mi y a otros muchos niños.
El día que por fin fui al circo vi un elefante grande, que estaba atado por una sólo pie a una barra de la que parecía bastante fácil que el animal se pudiera liberar. Yo pregunté, ¿por qué está el elefante atado? Los mayores siempre contestaban lo mismo: “Para que no se escape” y yo hacía la siguiente pregunta obvia: ¿y por qué no se escapa el elefante? Y contestaban: “porque está adiestrado”. Desde entonces yo siempre me preguntaba lo mismo, porque si está adiestrado para que no se escape no necesitaría estar atado.
El día que por fin fui al circo vi un elefante grande, que estaba atado por una sólo pie a una barra de la que parecía bastante fácil que el animal se pudiera liberar. Yo pregunté, ¿por qué está el elefante atado? Los mayores siempre contestaban lo mismo: “Para que no se escape” y yo hacía la siguiente pregunta obvia: ¿y por qué no se escapa el elefante? Y contestaban: “porque está adiestrado”. Desde entonces yo siempre me preguntaba lo mismo, porque si está adiestrado para que no se escape no necesitaría estar atado.
Fui creciendo y esas preguntas siempre aparecían en mi cabeza. De modo que un día llegué a comprender lo que pasaba: De pequeño el elefante intentó escapar de aquella cuerda. Tiraba con todas sus fuerzas y no lo conseguía. Un día, no lo conseguía; otro y tampoco; otro, otro… y nada. Así el pequeño elefantito se rindió y dejó de intentarlo. En su mente había quedado aquel recuerdo y pensó que jamás podría escapar, de modo que no había vuelto a intentarlo.
Eso es lo que nos ocurre a nosotros. Nos aferramos a la idea de que “no podemos” sólo porque algún día lo intentamos, no pudimos y nos rendimos. Y ahora... ¿puedes?
Eso es lo que nos ocurre a nosotros. Nos aferramos a la idea de que “no podemos” sólo porque algún día lo intentamos, no pudimos y nos rendimos. Y ahora... ¿puedes?
No hay comentarios:
Publicar un comentario